El madrileño Pedro Ramos es un autor polifacético que compagina la faceta de profesor de talleres literarios con la de escritor, tanto de novelas como de novelas juveniles, género en el que ha obtenido numerosos reconocimientos. Obras como La playa de los cristales o El coleccionista de besos le convirtieron en uno de los autores que mejor sabe conectar con la sensibilidad de los jóvenes.
Este mismo año ha recibido el prestigioso Premio Edebé de Literatura Juvenil por su última novela, Un ewok en el jardín, una historia muy emotiva en la que aborda el delicado tema de la depresión y el suicidio entre los jóvenes con un final esperanzador.
¿Desde cuándo tuviste claro que querías ser escritor?
Lo he contado muchas veces, pero nunca lo había puesto por escrito. Descubrí el poder de la palabra una tarde mientras mi madre planchaba en el salón de nuestra primera casa. Ella estaba de espaldas a la terraza y yo sentado en el tresillo. Yo tendría poco más de seis años. Mi madre planchaba y yo le dije que me quería casar. Ella se detuvo, con la plancha en el aire, y me preguntó ¿Con quién? Entonces me di cuenta de que mi madre quería saber cómo terminaba la historia. También sentí algo de miedo: mi madre tenía una plancha en la mano y esperaba mi respuesta. Segunda lección: no se puede decepcionar al lector.
¿Cómo eliges la idea para una novela?
Tengo un cuaderno donde voy anotando todas las ideas que se me ocurren, los textos que “aparecen”. Cuando termino un proyecto, voy a este cuaderno y busco. Hay ideas que en su momento me parecieron interesantes y, al volverlas a visitar, ya no. También hay novelas que han llegado a mí mientras estaba escribiendo otra novela. Una suerte de spin off que tengo que escribir lo antes posible.
Y hay ideas que, por muy buenas que puedan parecer, no he llegado a encontrar cómo darles forma. Incluso teniendo planificado el libro completo, he perdido la motivación y abandonado las ciento y pico páginas que llevaba escritas. Si me estoy aburriendo yo, al escribirlas, ¿qué emoción puede producir en el desafortunado lector?
¿Cómo te llevas con la inspiración?
Decía Picasso que lo mejor es que la inspiración te pille trabajando. Algo así. Estoy totalmente de acuerdo. No soy de los que esperan a sentirse inspirado para sentarse a trabajar. Escribo todos los días, unos con más acierto que otros, otros más inseguro que el resto. Puedo pasarme horas y horas delante de un cuaderno, de mi pizarra o de la pantalla, inmerso en mis historias. Disfruto mucho más de este proceso que del resto del juego.
¿Cómo te documentas para tus novelas?
Todas mis novelas son realistas y están ambientadas en la actualidad así que supongo que me ahorro un montón de trabajo. Mi documentación consiste en estudiar el mundo que me rodea, observar a las personas y sus emociones. Leo mucho ensayo y novela, creo que es una gran forma de conocer la realidad.
¿Qué tipo de escritor eres, de los que escriben con brújula, es decir, sin rumbo fijo, o de los que escriben con mapa, diseñando la trama al milímetro?
Soy bastante mapa. Me gusta hacer esquemas y para ello utilizo una pizarra que lleno de garabatos de colores que nadie más entendería. A medida que avanzo en la escritura, voy completando el esquema inicial, puede que incluso borre algo e incluya una nueva línea argumental. No soy nada estricto.
En algún caso, he llegado a hacer la ficha de algún personaje que no tenía claro, pero creo que esto viene de mi deformación como guionista. Para mí la clave de todo está en el conflicto del protagonista, me aburre mucho la peripecia y creo que eso se nota en mis tramas.
Lo más divertido para mí no tiene que ver, precisamente, con el esquema sino con la voz que cuenta la historia. La elección del narrador es para mí lo fundamental en todas mis novelas.
¿Cuántos borradores sueles hacer de tus novelas?
Cada vez menos. Al principio me costaba mucho encontrar la forma, pero en las últimas que he escrito, no he pasado de tres o cuatro borradores. Creo que tiene que ver con la seguridad, o la tranquilidad, de haber encontrado un método. Una vez que he elegido el narrador (no he repetido en ninguna de mis novelas) es cuestión de dejarle contar la historia que tengo en la cabeza (y en la pizarra).
¿Cuál es tu rutina de escritura?
Escribo todas las mañanas de 7 a 12. Siempre en mi despacho. El resto del día, si me lo permiten las clases, lo dedico a leer y pasear, cuidar de mi jardín mientras sigo pensando en la novela con la que esté. Escribir una novela es un proceso muy absorbente que apenas deja espacio para la vida. Cuando de verdad estás escribiendo, es como estar poseído, es en esos momentos, que pueden durar meses, cuando tus personajes cobran vida y se mueven a tu alrededor, pronunciando sus propias opiniones sobre lo que haces o dices.
¿Cómo es tu rincón de escritura?
He tardado mucho en conseguirlo, pero a día de hoy tengo mi cuarto propio, como decía Virginia Woolf. Es una habitación pequeña con una pequeña mesa, una gran pantalla de ordenador, un sillón de lectura, la cuna de Telma (mi gata) y estanterías llenas de libros.
¿Escribes pensando en el mercado actual o lo haces solo para ti?
Escribo para responderme a mí mismo una pregunta que a nadie más le importa. Escribo como terapia. Para encontrar alguna respuesta que me ayude a seguir. No me interesa el mercado. Mejor dicho, lo desprecio.
Durante el periodo de escritura, ¿enseñas tu trabajo a alguien o lo guardas como un secreto? Y una vez terminas la novela, ¿recurres a lectores cero que te den unas primeras valoraciones o prefieres que directamente sea tu editor quien te corrija?
Cuando creo que he conseguido una versión decente, se lo paso a mis primeros lectores para que me den su opinión. Y, con sus sugerencias, elaboro la definitiva. Luego le toca el turno al editor y ahí empieza otra vez la rueda a girar.
¿Qué experiencia tuviste con la publicación de tu primera obra?
Mi primera novela fue un parto muy difícil. Y la segunda. Durante un tiempo tuve agente, pero luego decidí seguir por mi cuenta. A día de hoy, no me planteo otra forma de vida. No pienso mucho en publicar. Pienso en escribir.
Una vez que has publicado una novela, ¿vuelves la vista atrás deseando haberla escrito de otra manera o eres de los que se olvida del libro?
Olvido mis libros con mucha facilidad. Me interesa el momento presente, lo que estoy escribiendo ahora. Un secreto: me cuesta recordar los nombres de mis personajes y tengo que repasarlos antes de un encuentro.
¿Cómo te imaginas tu vida si no hubieras apostado por ser escritor?
Nunca me lo he imaginado. Supongo que trabajaría en algo relacionado con el mundo del libro.
Y por último, lo que siempre pedimos a los entrevistados: ¿tu mejor consejo para los que empiezan a escribir, ese que es básico y sin el que, según tu opinión, no se puede ser escritor?
Leer. Leer todos los días. Serás tan buen escritor como la mejor de tus lecturas. Ni más ni menos. La mayoría de nosotros no vamos a inventar nada y, quien crea lo contrario, que lo intente. Eso es lo más divertido de la escritura: podemos saltar sin red. Como mucho, aburriremos a un puñado de lectores.
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